Por la mañana ya algo me decía que todo iba a ir bien:
recorrer las calles que me llevan al hospital a las 9.15 de la mañana, hora más
que razonable, saliendo de mi iPod canciones que transmiten “buen rollo”, y
llegar contenta al destino, es indicador de que esto iba a comenzar de manera prácticamente
inmejorable.
Camino por la calle con miedo a tropezar, ya que sé que mis
congelados pies no reaccionarán a tiempo y acabaré clavando las rodillas en el
suelo. Pues lo peor está por llegar, dicen. Tengo que pedirle el secreto a los
parisinos, que parecen estar ya acostumbrados a esto.
Nuestro primer día en el hospital, valoración: genial
genial! Ana y yo estamos en el departamento de UPAC&C, es decir, en
anticancerígenos. Todo lo que era PNT, que parecía no tener nada de utilidad y ser
sólo listas y listas en un taco de folios, empieza a tomar sentido: Guantes,
gorro, pijamas, zuecos, claves de acceso y llaves! Eso es lo que me espera por
lo menos hasta que nos roten, y la verdad es que no pinta nada mal! La gente
del hospital nos trata como uno más, procurando que entendamos todo y estemos a
gusto. Muy buen rollo, y de nuevo, todas las Erasmus volvemos a sorprendernos
de la hospitalidad y la buena predisposición encontrada.
Comemos todos juntos en el hospital, con costumbres como
tocar la espalda de los presentes como saludo, y no hablar de “los temas
prohibidos”. Paredes repletas de graffitis que no esperas encontrar revisten el
comedor, y una ruleta que te “castiga” si incumples las reglas no escritas durante
la “déjeuner”. Después del café del hospital, vamos a tomar un chocolat a un
bar de Bastille, la verdad es que así da gusto!
Dudo que hubiera podido tener más suerte en mi estancia en París,
y para colmo, hoy no he tenido que coger el metro! Lo que significa, que si
estás en la ciudad de la luz, trabajando o estudiando, y puedes prescindir del
medio de transporte más rápido y usado, a la vez que sucio, es que o bien te
gusta caminar, o bien la diosa fortuna te ha guiñado un ojo permitiéndote
disfrutar del paisaje de distancias relativamente cortas.
Y aquí, una de las canciones con las que he empezado el día
Cuando me doy cuenta, son ya las 19.00, lo que se traduce en
anochecer en un clima helador. Hora de recogerse. Me esperaba una cena de 2
horas de charla agradable, a la par que intelectual y elevada, con mis dos
magníficos y queridos colocataires.
Mañana más y mejor!
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