Ya en el aeropuerto, la azafata quiere asegurarse que soy
mayor de edad, mientras que en el control me hacen vaciar la maleta de mano, a
sentarme encima de ella para cerrarla en pleno control.
Quedarme dormida antes de despegar ya entraba en mis planes.
Llegamos con 20 minutos de retraso, y las maletas que no salían.
Luego al Orly bus que te lleva hasta Denfert Rochereau por
7€, y de allí, al metro que te deja en casa.
Al llegar a casa, me doy cuenta de que el baño cutre de
Salamanca no es tan cutre, y al menos funcionaba, y es que París, la ciudad de
la luz y del amor no parece estar hecha para las clases medias. Luego pretendes
hacer trámites de bancos, pero cierran de 12 a 14, plena hora punta española!
Y te das cuenta de que en cuanto sales de casa, aunque sea a
por el pan, se te van dos horas, parece que aquí el tiempo toma otra dimensión.
Voy por la calle como un niño pequeño, mirando a cada rincón con asombro, hasta el museo de las tuberías me impresiona, y es que todo es tan
bonito!
Y al mirar el reloj, ya son las 22.00 y estoy cenando con un taiwanés y
un español unos burritos. Se puede decir que ha sido un buen comienzo.
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